Resultan la mejor solución para iluminar cualquier rincón vegetal de una forma discreta, ya que se camuflan entre el resto de rocas y plantas.

Suelen tener un dispositivo que activa la luz automáticamente, cuando empieza a oscurecer, la mayoría se recargan con energía solar.

Pueden colgarse en la pared o clavarse en el suelo.

A pesar de su pequeño tamaño, los hay que tienen mucha potencia que producen gran cantidad de luz.

Se utilizan para iluminar caminos y zonas de acceso, y suelen marcar el recorrido lógico a seguir en el jardín.

Las más utilizadas son las que se clavan en el suelo, a modo de balizas.

También las hay para piscinas.

Podemos distinguirlas de las velas de interior, porque suelen tener una mecha más gruesa.

Una forma novedosa y original de iluminar cualquier espacio exterior. Suelen presentar distintos tamaños y están realizadas en plástico de alta densidad para aguantar las condiciones climáticas.

Se suelen colocar en jardines amplios y de carácter más tradicional. Algunas incorporan baterías que se cargan con energía solar.

Pueden ser focos empotrados o lámparas colgantes, este tipo de iluminación es la más utilizada en el porche.

Se utilizan para resaltar un objeto o un espacio concreto.

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